miércoles, 5 de noviembre de 2014

Me gusta la noche.




Me gusta la noche porque puedo escuchar mis pensamientos, es un momento en el silencio retumba y toda la congestión, desenfreno y maldad del día desaparecen. Salgo a caminar entre la niebla, bajo los focos que se reflejan en el asfalto mojado, de noche todos somos iguales, vamos por las sombras y nadie mira a nadie, hay taxistas, putas, vagabundos, traficantes y caminantes, pero todos somos iguales, nadie es menos que nadie, nadie es más que nadie. Todos somos cómplices, solo nos acompañan las lejanas sirenas que se escuchan de fondo que rompen el silencio.

De noche todo se ve más claro, es el momento que se tiene para vivir la ciudad, de noche no hay prisas, no existe la presión, ni el tráfico insoportable, la nube de humo y smog desaparece para poder contemplar la belleza de una arquitectura que juega con la luz tenue y le coquetea a las sombras. No hace falta música en los oídos, porque el iPod es lo que usamos en el día para escapar de la estupidez humana, pero en la noche hasta la más estridente discusión de pareja se convierte en una sinfonía. 

Aveces me subo a mi carro, a mi vieja Merceditas y en un abrir y cerrar de ojos recorro toda la ciudad, no hace falta llevar el pedal a fondo, aunque en momentos sentir la adrenalina de pasar entre los grandes edificios a toda velocidad me acelera el pulso. Apagar el radio, bajar la ventanilla y escuchar como el ruido del motor se propaga por el silencio de la noche, es sin duda para lo cual me imagino los fabricantes crearon las máquinas. 

En la noche no hay interrupciones, de noche soy capaz de todo, de noche las líneas de los libros son como grandes autopistas que se recorren a toda velocidad y el teclado del computador brilla, conectándose con mis dedos que teclean en ritmo frenético lo que les dice mi corazón, como este escrito que es un yo a la cual no conocían y que es más yo que cualquier otro escrito, es escritura automática, es sentimiento, tras sentimiento convertido en palabra, oración y párrafo, es la Raquel Quintero que nadie conoce pero que esta noche quiero que lean. 

De noche no hay que andar con una sonrisa falsa pintada en la cara, porque nadie la ve, nadie la reclama, de noche todos agachamos la mirada y nos volvemos invisibles, en la confidencialidad de la oscuridad, la temperatura baja, pero lo que nos mantiene calientes es nuestra sangre.


La noche esto, es silencio, es pasión, es emoción tranquila, es todo lo que pasa en la sombra. La noche me incita a ser yo misma, a escribir, a pensar, a sentir, a fumar, a ser lo que el día no me deja ser. Quisiera dormir todo el día y vivir solamente de noche, porque de noche sólo vivimos unos pocos.