martes, 18 de septiembre de 2012

Los desempleados de la posguerra - versión libre y cruda


Algunos de ustedes habrán visto que estoy como bloggera en El Tiempo, algo que me hace sentir orgullosa de mi misma. Pero allí hay normas, códigos éticos y un manejo del leguaje casi obligatorio. Por eso quiero compartir este escrito tal y como era crudo e irrespetuoso. 

La paz dejará más desempleados


Y no serán desempleados de bien como yo, o como los otros 2´406.999 de desempleados que tiene este país de oportunidades escasas, roscas y dádivas. Vendrán desempleados de la guerra, gente, gentuza que no sabe hacer nada más que matar, pura porquería humana, los que vienen son peor que los que vemos a diario en las calles, gente despreciable. Personas que ha vivido lo peor de Colombia, que quién sabe si queriendo o sin quererlo son cómplices de muchos atropellos a los mal tratados derechos humanos.Y no lo digo por los guerrilleros, lo digo por todas las partes de éste podrido conflicto. 

Casi todos ustedes que me leen deben ser personas de ciudad, pero vayan al campo, vayan a los municipios, a las zonas rurales de Colombia que son casi el 25% de la población. Donde literalmente juegan a policías y ladrones. No tienen más opción; o se es malo, o se es perverso, no hay más de dónde escoger. En cualquiera de los bandos que elijan van a asegurar, techo, comida y ropa. Qué más se necesita en el campo? Lo tienen todo y como para hacer la guerra no se necesita haber estudiado nada, pues es el trabajo ideal. No necesitan experiencia previa, los ponen al frente. No necesitan carta de recomendación, los mismos jefes recomiendan estar con ellos. No necesitan haber hecho prácticas en empresas multinacionales, poco a poco estas organizaciones se han vuelto en multinacionales. Sin más oportunidades escogen algún bando de la guerra. 

Una guerra que alcanza para llenarle los bolsillos a todos, porque desarrollar, importar, comercializar, vender, mantener y traficar armas no es gratis, existe un gran negocio detrás de eso. Negocio del que viven familias enteras, en Colombia está montado uno de los astilleros de embarcaciones de guerra más importantes del continente. La empresa producción y desarrollo de armas pertenece al gobierno y es de las pocas empresas del estado que genera ganancias. Y a todo esto hay que sumarle, combustible, dotaciones, médicos, clínicas, prostitutas, comida, drogas, medicinas, prótesis, pensiones, vendas, carros, mercados, todo, todo hay que sumárselo al presupuesto de la guerra, es algo de lo que viven muchísimas familias. Los colombianos deben pagar un impuesto de guerra. ¿Impuesto de guerra? Eso es justificación al conflicto. Eso solo se puede ver en un país que vive de la guerra y para la guerra.

Y el día que se acabe la guerra, qué van a hacer todos esos muertos de hambre que no saben hacer nada más? No me imagino al General de las Fuerzas Militares, sembrando yuca en su tierra. O a un confeccionista de uniformes militares, cosiendo sotanas, manteles, cobijas de siete tigres. O peor aún a un guerrillero pidiendo trabajo de albañil -Usted que experiencia tiene en construcciones? Sé construir acambuches! Plop! - Se nos viene la plaga. Más empresas quebradas, despidos, más ratas para las calles, gente que no sabe hacer nada, haciendo nada. Más inútiles con tiempo libre para pensar en nada y cuando ese tipo de gente piensa en nada, el resultado es atroz. 

El carácter violento del colombiano, potencializado con el hambre que sentirán los desempleados de la postguerra, después de no encontrar en qué ocuparse. Generará más violencia, un círculo vicioso interminable. 

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Entrevista con un Twittero - Parte II



Ya esto se está convirtiendo en una película de terror, soy de las que piensa que las segundas partes, continuaciones y demás son un fracaso. Había terminado diciendo que dudaba de repetirlo, aunque hubiera sido una experiencia agradable. Pero a los pocos días allí estaba él, con sus mensajes y correos completamente interesantes, palabras llenas de sentido, que tocaba leer dos y tres veces para no dejar escapar nada, vaya que fue intenso, muchas veces no había terminado de leer uno cuando llegaba el otro.

Realmente esto se me estaba saliendo de control, soy una persona solitaria y me gusta. Jamás he querido ser el centro de atención de nada. Pero en este caso lo era, o por lo menos así lo creí por sus mensajes. No eran palabras comunes y corrientes, sé que en la mayoría de casos en una conversación entre un hombre y una mujer, hay un deseo de fondo. Pero estas iban muy bien disfrazadas, leerlas eran una inquietante perversión, tanto que hubo momentos en los que ya me hacía falta leerlos cuando no llegaban.

No estoy segura si él lee todo lo que escribo, sin embargo ya se lo había hecho saber, no estaba muy segura de repetir nuestro encuentro. Cuando llegó un nuevo mensaje pidiendo volver a vernos. Las piernas me temblaron, el piso se derrumbó en segundos y con mis dedos sobre la pantalla de mi celular, accedí a verlo nuevamente, atormentada, pero debo confesar que detrás de mis gafas de marco grueso, se esconde una mujer que se derrite por las palabras bien escritas.

Quería saber hasta dónde llegaba su creatividad, quería saber qué pensaba hacer en nuestra segunda invitación. Repetiría el simple café? El convencional cine? Aunque si es una película interesante, gana puntos, sin embargo el cine, no me daría confianza, más bien miedo… Por nada del mundo le aceptaría salir a ir bailar, eso implicaría que tengo que tomar aguardiente, y cuando tomo aguardiente, pues tomo aguardiente!

Finalmente me sorprendió, no fue nada de lo que supuse. Tomarnos un cóctel un martes en la noche. Maravilloso! jamás he tenido tan sola una excusa para no tomar entre semana, además sería solo uno. Merceditas y yo de nuevo nos iríamos para la ciudad. Sentía un poco de deseo, pero a la vez también sentía nervios y hasta ganas de no ir. Claro, dejarlo plantado, eso es lo que hacen todas las mujeres que juegan con los hombres, pero qué tal fuera al contrario, que es él quien juega conmigo? Con sus mensajes perfectamente escritos, con mensajes en el momento correcto e indicado, haciéndose extrañar lo suficiente, pero tampoco tanto para caer en el mal genio y seguido en el olvido. 

Salí tarde, siento cierta adrenalina cuando salgo tarde y tengo que manejar a la vieja Merceditas a su máxima velocidad. Llevaba una ropa apropiada, ni muy formal, ni completamente desaliñada, tenía ese look ¨no me arreglé hoy¨ que nos toma a la mujeres aproximadamente dos horas y media en lograr. Salí rumbo a la ciudad oyendo Dionne Bromfield a todo volumen, con mis gafas de sol y los vidrios de Merceditas abajo, para que terminar mi elaborar mi despeinado, peinado. 

Me miro al espejo y llevo esa sonricita estúpida, que no tenía desde hace mucho, maldita sea! Estoy perdida, más me vale hacer algo para que se me borre… La reunión de este día sería en un club, porque salía de entrenamiento. Oh, un deportista, que escribe bien! Increíble. Llegué tarde para no perder mi buena costumbre. Allí estaba él, sentado frente a la entrada principal de club. En su pelo se notaba que se acaba de bañar. Parqueo y voy hacía a él, sin poderlo mirar fijamente, pero camino muy segura, afortunadamente no me puse tacones y llevo mis Onitsuka Tiger amarillos. -Sí, soy fanática de Kill Bill, de Tarantino, es una cosa perfectamente deliciosa-.

Cómo lo saludaría esta vez? Beso en la mejilla, la mano, un abrazo, qué hago? En menos de lo que alcanzo a pensar, está él encima mío con su mano derecha sobre mi hombro y su cara muy cerca a la mía para darme un beso en la mejilla. Qué hábil es. Sorprendida se me sale un, hola y mi cuerpo da un paso hacia atrás. Le pregunto qué vamos a hacer? -No quiero estar en ese club, esos lugares me parecen aburridos-. Vamos y nos tomamos un cóctel a un lugar que conozco, está cerca de aquí, saca una llave de su bolsillo y camina hacia una moto, que se encuentra parqueada a pocos metros. -Una moto? Por favor, no pienso subirme en esa cosa-. Tranquilo, vaya usted adelante y yo lo sigo en Merceditas. No mejor vámonos los dos en tu carro. Me extiende la mano para que le preste las llaves. -Está loco? Merceditas solo la manejo yo, y mi padre cuando la lleva al taller. Iluso! Si quiere ser caballeroso séalo de otra forma-.

Montados en Merceditas noto su mirada recorriéndome toda. No me gusta, pero así son los hombres. Con sus señas a los pocos minutos llegamos al lugar, un sitio que no conocía, interesante. Me gusta conocer nuevos lugares, pero no nuevas personas. Es un bar oscuro, con jazz de fondo y muy pocos clientes esta noche. Se acerca la mesara y nos pregunta que vamos a tomar. Para mi, una caipirinha -Desde que estuve en Brasil me volví adicta, a ese elixir carioca- Él ordenó un Cuba Libre, vuelvo a ver que tiene un gusto completamente vainilla, es frustrante. Tuerzo la boca y la mesera se va, comenzamos a hablar sobre nuestro día, el mío no tuvo nada fuera de lo común, el suyo por lo contrario, fue completamente lleno de eventos y situaciones. Vuelve la mesera con nuestros cocteles. Brindamos? Me pregunta -Brindar por qué? No estoy celebrando nada. Como quiera-. Salud! Y brindamos por qué? El mundo todavía sigue igual, sigo viendo gente fea en la calle y en la televisión. 

Después de unos incomodos minutos de silencio y con sus ojos mirándome fijamente a los míos, como si quisiera decir algo y no encontrará las palabras. Dijo cualquier estupidez que rompió el silencio en risas y nuestra conversación volvió a tomar un rumbo interesante, llegando al punto en que nos dimos cuenta que compartimos un desprecio especial por la humanidad. Es gratificante encontrar a alguien con ese sentimiento y esa oscura forma de pensar. 

Decidí tomarme solo una caipirinha porque tengo que manejar y supongo que él tendrá que montarse en esa moto. Después de terminarla, hablamos un rato más y miré mi reloj como excusa, -el camino no es largo, pero él no lo sabe- ya es tarde debo irme, el camino es largo. Perfecto, pidió la cuenta y después me acompañó hasta Merceditas, llevándome de gancho. Trató de abrir la puerta para mi, pero se lo impedí, esperó a que me subiera. Me terminé de poner el cinturón de seguridad, pero no podía cerrar la puerta, él estaba allí. Se acercó a mi, venía directo hacia mi boca, pensé mil cosas en un milisegundo, y antes que sus labios alcanzaran los míos giré mi cabeza rápidamente y tan solo fue un beso de despedida, como cualquiera. Lo vi congelado, encendí a la vieja Merceditas, él se apartó, cerré la puerta, bajé el vidrio y le dije adiós.