martes, 21 de diciembre de 2010

La igualdad de géneros, una vaina cada vez más igual.

He notado con asombro en el último tiempo, no sé uno, dos o quizás tres años para acá, que esta vaina de la igualdad de géneros ya casi es igual. O me van a decir que no han visto pasar por la calle a estos o estas muchachos o muchachitas que no se saben ni que son, toca quedarse viéndolos fijamente más de diez minutos para poder descifrar qué carajos son.


Hombres que se planchan el pelo, se peinan a medio lado y que usan pantalones ajustados, más ajustados que los de la mismísima Shakira. Y esto solo en cuanto a la vestimenta porque si hablamos de sus personalidades o actitudes quedamos aún peor. ¿Cuándo se había visto dos hombres, hombres de verdad, en la calle abrazándose, tocándose la cara y demás? Jamás.


Y si hablamos de las mujeres no nos quedamos atrás, he visto a un centenar de ellas montando tabla con los pantalones a mitad de nalga, ahora las viejas con que llevan las riendas de la relación, ya no es como antes que los tipos nos cortejaban, no señor, ahora somos nosotras quienes vamos a buscar a los tipos y quienes nos encargamos de toda la relación. Y acá es donde entra el aspecto en el que cada vez somos más iguales y más diferentes a lo que antes fuimos. Hombres que ya no son hombres, ya no saben arreglar nada en la casa, ya no son esos machos rudos que solucionaban cualquier daño en el hogar, que desarmaban el motor del carro en el garaje de la casa el domingo. Esos sí eran hombres de verdad.


Más dramático aún, qué mujer de hoy en día sabe cocinar, pero cocinar comida de verdad, un estofado, un buen ajiaco, o cualquier otro plato de esos que cocinaba mi abuela durante toda la mañana, de eso no se volvió a ver. Así como tampoco se volvió a ver una vieja que sepa tejer o remendar la ropa como lo hacía mi madre en el internado de monjas, ahora todas somos víctimas de doña Zara y sus secuaces se encargan de hacernos ¨mujer¨ cada día más, con sus prendas que duran lo que dura un noviazgo adolescente.