martes, 12 de noviembre de 2024

Bogotá, capital de Festivales



Llevo apenas unos días en Bogotá, en esta ciudad que me recibe con su aire gélido y su asfalto interminable. Estoy aquí por un taller que gané, una oportunidad que me ha permitido estudiar y aprender, sin costo alguno, mientras la ciudad me envuelve en su crisol de ritmos y contradicciones. Pocos saben de mi presencia en sus calles; me he convertido en una pantera solitaria, deslizándome sigilosa por la jungla de concreto, donde cada esquina guarda su propio secreto. El frío me arrastra a la introspección, mientras el taller consume la mayor parte de mis días, desde el mediodía hasta la noche. Pero no me molesta, porque en la quietud de la soledad hallo un goce inesperado, un refugio que pocas ciudades pueden ofrecer. Bogotá, con sus ocho millones de almas, se convierte en el escenario perfecto para ser invisible, para perderme en el anonimato y encontrarme, a veces, sola en mi compañía.

Sin embargo, hay algo que me impide sumergirme completamente en el bullicio de la ciudad: el dinero. Las fuentes de ingreso son pocas y cada centavo se convierte en un tesoro. La lluvia, el viento frío, el horario del taller, y el escaso presupuesto convergen en una danza que me aleja de las invitaciones de amigos y conocidos. Bogotá puede ser una ciudad de sueños, pero también de gastos exorbitantes, y no tengo lujo ni tiempo para derrochar en cafés ni bares, ni en noches de excesos. Así que me encierro, no solo en las cuatro paredes, sino también en mis pensamientos, mientras el dinero se escapa, tan escurridizo como la lluvia que azota las ventanas.

Diana, mi amiga, es una de las pocas que sabe de mi paso fugaz por la ciudad. Con su espíritu libre y su amor por la calle, siempre tiene algo que ofrecer: un plan, una invitación, una nueva aventura. Ella, que tiene la mirada tan abierta como sus ganas de explorar, me invitó al Festival de las Artes Vivas en la Plaza de Bolívar, pero el frío y la lluvia fueron mis excusas para eludirla. Sin embargo, algo en sus palabras me atrapó: "Este fin de semana es Salsa al Parque", dijo. La salsa, esa corriente de vida que corre por las venas de todo el país, me prometía un respiro, una chispa de fuego en medio de esta ciudad fría. No soy una salsera empedernida, pero la idea de música al aire libre, gratuita, de vibrar con el ritmo sin la necesidad de ser una experta, me sedujo.

El sábado, la lluvia arremetió con fuerza, incluso el granizo cayó en una danza salvaje, pero el domingo amaneció con un sol radiante, como si la ciudad hubiera decidido regalarme una tregua. Nos encontramos cerca de la 85, justo antes de la hora que preferimos, las 4:20, y de camino al Parque Simón Bolívar, la conversación fluía entre chismes y trivialidades. En el carro, Marihuandolo nos acompañaba, y sabía que para cuando llegáramos al concierto, el brebaje haría su efecto, y con él, la experiencia se tornaría aún más intensa.

El escenario era majestuoso, un lienzo pintado con los colores del atardecer. El Parque Simón Bolívar se desplegaba ante nosotros como un espacio de infinita generosidad, donde todos podían ser parte de la música sin exclusiones. La vista, tan deslumbrante, tenía el cielo que se desangraba en matices de naranja hacia el oeste, mientras que al este, Monserrate se erguía, orgulloso, como un guardián que observa la ciudad desde lo alto. Esa forma en hoja del espacio para conciertos parecía diseñada para que nadie quedara fuera, para que cada alma, sin importar su origen, se sintiera parte del espectáculo. En ese espacio, todos éramos iguales: el joven con la gorra del Santa Fe y el hombre con la gorra de BMW coexistían en un abrazo sonoro. Qué hermoso es el poder de la música, esa fuerza universal que derrumba barreras y une cuerpos y almas al ritmo de un mismo latido. La salsa, en particular, me parece el género más democrático, el que cobija a todos, desde los raperos hasta los metaleros, pasando por los punkeros, los rastas, los hippies, y hasta los más sofisticados gomelos. En este platanal llamado Colombia, la salsa es, sin duda, la lengua común.

Estar en Salsa al Parque era como observar un desfile de Bogotá misma: sus estereotipos, sus singularidades, sus contrastes se deslizaban ante mis ojos como una película en la que yo era tanto espectadora como protagonista. La música se colaba por cada poro de mi piel, un manantial de energía que no podía detener. No soy experta en sonidos, y aunque la falla técnica en el volumen no pasó desapercibida, era evidente que el sonido no vibraba como debería, como el eco de un alma que se contiene. Si el bajo hubiera sido tocado por un costeño, seguro habría retumbado en el vientre de todos, dejando una marca imborrable. Pero no importa. Lo que sí importa es que Bogotá, con todo su caos, su geografía accidentada y su diversidad, sabe cómo hacer que un festival se sienta como una experiencia inolvidable. El Carnaval de Barranquilla es majestuoso, la Feria de las Flores en Medellín es un derroche de vida, y la Feria de Cali tiene una magia única, pero cuando se trata de conciertos masivos, de festivales que nos envuelven en su esencia, Bogotá es, sin lugar a dudas, la capital.

Cuando Guayacán subió a la tarima y cantó uno de sus himnos, "Mi Cali", no pude evitar que las lágrimas comenzaran a brotar, no solo por la nostalgia de mi tierra, sino porque podía sentir cómo los bogotanos se apropiaban de esa canción, la hacían suya. Bogotá es un refugio para todos los que, como yo, hemos llegado buscando un pedazo de cielo donde materializar sueños. En ella se cocinan tantas historias como rostros, y aunque la geografía nos haya separado, la música, la cultura, y sobre todo, el alma colectiva, son los hilos que nos unen.

Claro, había en el parque rolos que intentaban, sin éxito, seguir el ritmo de la salsa, y afrodescendientes cuya gracia natural los hacía moverse con una soltura que deslumbraba. Diana, estrenando look hippie-chic, era el centro de todas las miradas, sobre todo de aquellas que no podían evitar su hambre de belleza y deseo. Y aunque a veces me descubro navegando en aguas más turbias que las de mi heterosexualidad, jamás lo admitiré. Diana es una amiga entrañable, que llegó a mi vida por medio de mi esposo, un hombre de pocas palabras y aún menos amigos, pero con ella encontré algo más que una amiga: una hermana de alma.

Salsa al Parque 2024 fue, sin duda, un evento a la altura de los grandes festivales internacionales, una tarde, una noche que se grabó en la memoria como un viaje inolvidable. La única pena, el sonido, esa tímida vibración que nos hizo suspirar por algo más contundente, pero aun así, nada pudo empañar la magia la salsa, la música, el alma de Bogotá, se quedó conmigo, como un eco vibrante que aún resuena en mi pecho.

 

 

jueves, 14 de julio de 2022

Mi marido, el frígido


 

No es una queja, ni una denuncia pública por escrito, solo la documentación de cuán distintos somos mi marido y yo. Antes que empiecen a señalarme, criticarme, mal decirme y tildarme de ignorante, confieso que desconozco el término que se le da a este síntoma en hombres. Supongo que se trata de un bajo nivel de la libido, alguna anomalía en la testosterona, o una deficiencia psicológica. No por esto lo he dejado de amar, o representa que mi matrimonio esté de capa caída -y empezaré con las frases de doble sentido- son momentos, son formas de sentir y pensar. Mientras él una persona calculadora, metódica, estricta y sobre todo adicto a su trabajo, yo soy lo contrario, adicta sí, pero a las sustancias que me hacen sentir bien, jamás planeo nada y voy a la deriva esperando lo peor de la vida, soy consciente que la vida es un eterno sufrimiento y que nos cuesta hasta respirar. Anoche le dije la vida es lo suficientemente jodida y mal parida como para no satisfacerse con un poco de sexo, no importa si está bien hecho o no, es sexo y es maravilloso, aunque esté mal. Es de las pocas cosas que no nos cuesta -en la mayoría de los casos- para mí, es la recompensa para lo cabrona que es la vida, son unos cuantos minutos sublimes en los que nada más existe, ni los problemas, ni las deudas, ni la angustia, ni la ansiedad tienen espacio cuando se practica sexo. A diario lo hago conmigo misma y los días que no lo hago, debo confesar que paso fatal. 

 

Hay una frase que escuché alguna vez y se me quedó para siempre, el sexo es como la pizza y aunque sea malo, es rico y se disfruta. Ojo, estamos hablando de sexo consensuado, nada de violaciones, agresiones etc. Físicamente los hombres tienen eso que les impide tener sexo forzado -otra vez hay que aclarar, heterosexual y una práctica más o menos normal- en cambio las mujeres si contamos con esa vulnerabilidad física para el sexo no consensuado. Pero ese no es el tema en este momento, estamos hablando de disfrutar, y como leí en un tweet ¨si no fuera por el sexo, renunciaría a ser adulta¨.

 

El sexo es importante y satisfactorio, es sano practicarlo, con una misma y con otros, mejor aún si se quiere al otro y a quién quiero más si no es a mí misma. Esos minutos de placer me hacen olvidar que el mundo es una mierda y que estar aquí es un sufrimiento. Cuando hablo, lo hago por mí misma, no quiero ser vocera de una generación y decir que los millenials o centennials tal cosa, tal vez a algunos les vaya mejor y a otros peor que a mí. Pero en mi caso, me he decepcionado tanto de la vida y la he decepcionado tanto, que el sexo es la única recompensa, tal vez tener un hobbie pueda que se pueda asumir como un premio, o viajar, pero son actividades que nos implican tiempo y dinero. De niña soñaba con tantas cosas, me visualizaba con una vida llena de éxito, pero a medida que vas creciendo te das cuenta que el éxito no solamente depende de ti, hay muchos factores externos que influyen activamente, de manera directa e indirecta y que por más que intentes, sino existe una oportunidad para demostrar el talento, el éxito será esquivo. Por qué todo en mi vida tiene que ser tan difícil, por qué mando hojas de vida, lleno formularios y nada se concreta, por qué la única satisfacción que puedo alcanzar es con el sexo y por qué me toca sola, acaso no merezco ser feliz. ¿Es esta la vida que todos llevamos, incompleta, sin una satisfacción real? ¿Es ley que, si te va bien en una cosa, te tenga que ir mal en el resto? Es tarde para decir que esto no es lo que esperaba y mucho menos lo que quería para mí, también es imperdonable renunciar, ¿por qué no se nos permite decir que no queremos seguir y que nos queremos bajar del bus de la vida? No a todas nos gusta vivir, ni estamos preparadas para ello. ¿Por qué está permitido renunciar a tantas cosas, pero está tan mal visto renunciar a la vida? 

 

Mi marido, es de aquellas personas que no comparten mi manera de sentir y de pensar respecto a la vida, pero yo si debo aceptar que él no disfrute del sexo y entonces no se vea obligado a practicarlo. Hay para quienes el sexo no es una prioridad, incluso no aparece en su lista de intereses, no lo comprendo, tampoco lo comparto, pero lo respeto, tal vez tener una carrera exitosa, mantener y proveer a quienes depende de ellos sean prioridad y motivo de satisfacción. Me encanta el sexo, la desnudez, el morbo y todos esos conceptos satanizados por muchos y que aún son tabú. Me considero en un nivel avanzado en la búsqueda de erotismo, sensualidad y pornografía en la red, no creo ser adicta, pero si reconozco que necesito de las endorfinas que se liberan con los orgasmos. 

 

Advierto, no estoy necesitada de sexo, porque ya me imagino a más de un hombre pensado con la cabeza y no con las neuronas, para mi debe haber una atracción intelectual y física para el sexo, y por esta y otras razones personales, prefiero tener una vida sexual conmigo misma, que supla al bajo deseo de mi marido, a salir a buscar a otra persona. Me encanta fantasear y la red me da la posibilidad de poner a volar mi imaginación y darme un poco de acción con mis dedos, pero hasta ahí. 

 

Por el momento no es más tampoco es menos, ahora bajaré mi persiana y me daré un poco de amor a mí misma para continuar con esta vida de mierda que me tocó. Les agradezco por leerme, espero me sigan en mi cuenta de Twitter @des_empleada comenten este post y se suscriban al blog.

 

Me gustaría leerles, ¿qué opinan ustedes, cuáles son sus casos? 

lunes, 22 de noviembre de 2021

Ejercicio de escritura No. 2

 



¿Quién es?
¿Dónde está?
¿Qué está haciendo?
¿Cómo lo está haciendo?
¿Por qué lo está haciendo?

Gloria Tibusaza es una campesina del centro de Colombia, de la región cundiboyacence, donde cada mañana puede ver el amanecer a través de las plantaciones de papá y cebolla.

 

Gloria jamás había salido 200 km más allá de su municipio, sin embargo, esta vez se encuentra en el estudio de un afamado fotógrafo en la ciudad de Bogotá. A pesar de llevar más de una hora frente al lente de la cámara del encopetado señor, aún le aturde el ruido de la calle y la congestión de la gran ciudad que se cuela por las paredes del lugar.  

 

Vino a posar, a hacer un casting como modelo para una campaña publicitaria de la cual no tiene idea, pero intuye que se trata de algo donde alguna marca utilizará su imagen para dar lastima. Le duele la cabeza, al perecer el haber estado tomando chicha por más de una semana empieza a hacer efecto y la resaca aparece. Su vista se torna borrosa y solo piensa en el dinero que le prometieron por sentarse frente a una cámara y sonreír. Gloria sólo quiere salir despachada de ese frío lugar a buscar más chicha, aunque no esté segura dónde podrá conseguir su preciado elixir. 

 

Lleva una semana queriendo olvidar la muerte de ese compañero que tuvo por más de 50 años… De cual no sentía nada más, que lástima.


 

Ejercicio de Escritura No.1

 

Después de la fiesta del rodaje de un absurdo comercial de televisión de un servicio de internet, sólo queda el dolor de cabeza y el zumbido en los oídos. No recuerdo qué tomé, ni con quién estaba. Las arcadas vienen a mi, siento que voy a morir de la resaca, como puedo trato de levantar el visor del casco de astronautas que llevo puesto, para darle paso a la fuente de vómito que quiere salir de mí. 

Si alguien me viera de lejos podría pensar que soy un hidrate, con patas que tira vómito. Pero miro a mi alrededor y no hay nadie, ni nada, se llevaron hasta las botellas vacías de la noche anterior. El sol empieza a asomarse y sus rayos resplandecientes dilatan mis resentidas pupilas, me registro rápidamente y no las siento y no siento mis infaltables gafas de sol, al parecer en medio de la fiesta las perdí. Junto a mi está una tabla de surf, con ella intento darme sombra, pero es inútil es de esos objetos que únicamente sirven para lo que fueron creados, es decir estar dentro del agua. 

domingo, 25 de julio de 2021

Sticky Floor - En Colombia no progresas porque el ambiente laboral es una mierda

Sí, así es escribo con rabia, tristeza, decepción y dolor. El sticky floor no es algo inventado por mi, es un término muy común que ha tomado relevancia en los estudios de género, donde las mujeres tenemos numerosas dificultades para el acceso en el mercado laboral. Debo resaltar que este fenómeno no solo se presenta en mujeres, también le pasa mucho a los hombres, y aquí debo dejar mi feminismo a un lado para manifestar que el fenómeno del sticky floor nos afecta tanto a mujeres como hombres de manera transversal. 
 
Colombia, un lugar donde la avaricia, la envidia y la competitividad son un rasgo presente en la gran mayoría de sus ciudadanos, a la cual se le suman las pocas ofertas laborales, los malos salarios y las malas condiciones laborales, y todo esto crea el cóctel perfecto para el sticky floor. Y sí, es una queja, una denuncia que nace desde lo más profundo de mi corazón y se sustenta en mi triste experiencia y en lo que he podido ver en mi entorno sociocultural.
 
Para una persona como yo, que en sus primeros años de vida laboral no sabía el costo de la vida, aceptar un trabajo mal remunerado fue el comienzo de una serie de errores, los cuales repercuten hasta el día de hoy, sin embargo la emoción en adquirir experiencia supongo que compensaron aquel primer paso en mi viacrucis laboral. Empecé joven, antes de graduarme de la universidad, ya había conseguido aquel trabajo que como a muchos les ha pasado empezó como prácticas y terminó en una contratación, y acá escuché por primera vez la frase que me ha martirizado en toda mi carrera laboral, ¨tu no necesitas una salario alto, tu tienes plata¨. Independientemente del estatus económico, si vengo por un trabajo es para que me pagues por lo que sé y lo que valgo, estoy segura que nadie trabaja por hobby. 
 
Recordando las palabras de alguien que sabe más de carreras que cualquier otra persona, el gran Martín Emilio Cochise Rodríguez dijo: ¨En Colombia se muere más gente de envidia que de cáncer¨. Nada más cierto, por lo menos en mi caso personal después de analizarlo por años, he podido ver que la envidia de jefes y pares ha interferido en mi carrera, donde en lugar de ayudarme a ser una mejor profesional, al descubrir mi potencial buscan la manera de relegarme, de anularme o de despedirme. Puede que suene egocéntrico, pero cada cual sabe de qué está hecho y qué es lo que tiene para ofrecer, y si una mujer que tiene dos carreras y una maestría no tiene potestad para decir que está preparada y de lejos para cualquier oficio que afronte, no sé a qué estamos jugando. 
 
Cuál es el miedo, cuál es la inseguridad que representa que alguien los iguale o los supere, no son capaces de vivir el éxito a través de alguien más que no sean ustedes mismos. Si compartimos el conocimiento y la experiencia entre todas y todos, vamos a elevar la calidad de las empresas y el talento humano, es lógico. Para esto deberíamos tomar como ejemplo a los deportistas, es interesante ver cómo entrenan y se ayudan unos a otros sin importar que sea una disciplina individual o no, solo están buscando ser mejores y por eso se empujan unos a otros a encontrar sus límites, a superar sus errores y elevar su nivel.
 
Por mi parte seguiré intentando inspirar a cualquiera que trabaje conmigo, intentaré transmitir mi conocimiento y aconsejar desde mi experiencia y mi intuición, porque no hay nada más reconfortante que encontrarse a personas con las que has compartido y que luego te agradecen por haber aportado algo en sus vidas. Hace unos años me encontré con un man que trabajó conmigo, en ese entonces yo era su directora y él estaba en un puesto muy operativo y tenía el talento para ascender, ¿qué hice? le di la oportunidad, le ayudé ajustar dos o tres cosas y ahora es un tipo al que le ha ido muy bien. No sé imaginan la felicidad que me dio cuando me lo encontré y me contó que estaba en una mejor empresa y que estaba en un cargo incluso superior al que yo había tenido. Cuál es esa estupidez que le da a algunas personas para no dar oportunidades, de cerrar puertas, de no dejar crecer. 

Se llama suelo pegajoso cuando no se logra seguir al siguiente escalón, en el caso de las mujeres este fenómeno además conlleva algunas funciones del hogar de las que no se pueden alejar aún teniendo un futuro laboral promisorio. La maternidad también es un factor que influye en este fenómeno y no es de estar en pro o en contra de los niños, porque ese sería un tema para otro ensayo, pero me pregunto por qué una empresa no contrata a una mujer en gestación. ¿Por qué tienen que pagar un periodo de maternidad, por qué es una fuerza laboral que estará en licencia por unos cuentos meses? Esto solo corrobora el pensamiento explotador del empleador colombiano, pensando en recibir sin dar. Teorías en las que se comprueba que empleados con un buen ambiente laboral son más eficientes hay miles, pero bueno, somos colombianos y el pensamiento aquí es obtener el máximo por el mínimo. 
 
Si bien, las capacidades sociales también forman parte de un profesional integro, es decepcionante ver como en muchas ocasiones el lobby, la queridura, o como usted quiera llamarlo, prime sobre las cualidades de un profesional. No estoy diciendo que yo no las tenga, pero sí soy consciente que en momentos me ha hecho falta esa inteligencia social. Mi timidez que en la mayoría de los casos confunden con arrogancia, sin duda han sido un gran palo en la rueda para mi carrera laboral, pero por encima de eso están los malos ambientes laborales y las malas condiciones. Y a pesar que no ha pasado mucho con la reforma laboral, vale la pena poner el tema sobre la mesa, desde que existan figuras como la prestación de servicios, es imposible generar un buen ambiente de trabajo. Mi intensión no es un hacer en este escrito un recorrido por mi vida laboral, sin embargo, hay un caso puntual que quiero traer a colación: una oferta para ser escritura oculta. ¿Qué significa eso? ser una escritora detrás de otro u otra quien se lleva el crédito y que firma una obra que no es suya como propia, robando no sólo el protagonismo, sino los derechos patrimoniales e intelectuales. Para muchas y muchos que se quieren dedicar a un oficio es la primera salida, pero a qué costo, ¿el de renunciar a sus derechos? ¡¿renunciar al reconocimiento?! No solo deberíamos rechazar este tipo de propuestas, si no además, deberíamos denunciarlas, pero no hay entidades, no existen sanciones. Cuántos están o han estado explotados con jornadas de trabajo que ni en la esclavitud, solo porque en su contrato dice: personal de confianza y manejo. Con urgencia se deben revisar y replantear los modelos de contratación en el país, para cada profesión u oficio debería existir un ente regulador que supervise tarifas de acuerdo a cada cargo. Es completamente arbitrario e insultante que a recién egresados les ofrezcan puestos de un millón de pesos y hasta menos. Dicen que los empresarios en el país tienen que pagar infinidad de impuestos, dicen que crear empresa en Colombia es una misión titánica, puede que tengan razón, pero hay que tener en cuenta que aquí, en el país del todo se vale, las leyes están dadas para el empresario y no para el trabajador. Tan solo revisemos los formatos y modelos de contratos de trabajo, en su gran mayoría están para beneficio del empleador y de no ser así, hay forma de hacerle el quite a la ley para salir beneficiado.
 
La prestación de servicios como modelo y puesta en un papel podría ser muy interesante para ambas partes, sin embargo, a la hora de la ejecución quien sale beneficiado es la empresa y no el prestador de servicios, porque en la mayoría de los casos se está presentando un contrato con tintes más laborales que comerciales, como supone la figura. También hace falta programas de promoción y formación en las empresas, es más que lógico que si un profesional no encuentra espacios para crecer en su profesión se va a sentir frustrado, lo cual de alguna manera u otra va a repercutir en su desempeño, pero el jefe, el patrón colombiano no piensa en eso y solo espera producir y producir, sin construir, sin formar. Cuántas personas no han dejado un puesto porque en la competencia les ofrecen quinientos mil, un millón de pesos más. Está demostrado que un trabajador en un buen ambiente laboral es significativamente fiel a su compañía.
 
El Sticky Floor en su versión platanizada; Shitty Floor, -por toda mierda que hay y que han dejado los empresarios y gobernantes- es una realidad que muchas y muchos profesionales tenemos que padecer, el cual impide el desarrollo y el crecimiento de la industria en Colombia, por esto tenemos un país de economía mediocre, donde la informalidad y el emprendimiento superan en número la industria nacional. 

Los que aún no me siguen en twitter: @des_empleada


lunes, 30 de marzo de 2020

Ya venía complicada

Estas son unas notas que había escrito a principio de año, eran simples notas, pero estaba decidida a volver a grabar un video con ellas y este sería como el borrador del ¨guión¨, pero ahora están aquí, como notas inconexas que quizá querían decir algo. Pero está claro, que el inconformismo estaba, y la preocupación también.

Notas en borrador:

El mundo se arreglaría si todos pusiéramos de nuestra parte, pero como fuimos enseñados que cuando algo se daña lo reemplazamos y ya. ‬

‪Déjenme decirles que no hay otro planeta para comprar. Qué de malo hay en no tener el último iPhone, el último carro o tener la última colección de Zara o donde sea que ustedes compren. El problema es que nos venden productos de mala calidad, que duran poco para volvernos a vender un nuevo producto y así meternos en un ciclo de consumo frenético. ‬

‪Cuándo les ha durado una prenda de... Zara? Por qué tiene que salir un iPhone cada 6 meses?! Acaso el pasado no era el mejor de toda la historia? ‬

‪Por qué se tiene que cambiar el carro cada dos años?‬

‪Una forma de reducir y reciclar es seguir usando... mi carro es del 72, 11 años más viejo que yo y ahí está, en perfecto estado... claro no tiene Bluetooth, ni pantalla táctil, pero una no necesita eso, necesita es una máquina que funcione... claro la merceditas ha tenido que pasar por el taller varías veces, pero siempre se encuentra la manera de ponerla a andar.‬

‪Es como una relación de pareja... la gran mayoría huye a la primera pelea o problema, pero las relaciones sólidas, encuentran la forma de arreglar los problemas. Y precisamente eso es lo que nos hace falta, arreglar!!!‬

‪Se acuerdan del abuelo arreglando cualquier cosa? Se acuerdan que en las casas habían cajas de herramientas?‬

‪Se acuerdan que si una media se rompía la abuela cogia un bombillo y la ponía ahí para poder cocerla?‬

‪Vamos a arreglar esta mierda!!! No necesitamos comprar cosas nuevas, necesitamos restaurar las cosas buenas! Que la tía dejó unos muebles porque están feos, prueben tapizarlos... qué tal un estilo vintage con una tela moderna? ‬

‪Cuánto cuesta el Hyundai más barato nuevo? 35 millones?! Me compro un carro de lujo con unos años y seguro me durará más! Al iPhone de le puede cambiar la pantalla y sigue funcionando... metanse en el armario de la mamá y miren qué ropa les puede servir... la moda va y vuelve... y nada más fashion que tener ropa vintage. ‬

‪Arreglemos esta mierda con estilo. Adiós. ‬




jueves, 7 de noviembre de 2019

Último bus

Miércoles, cerca a las 11 de la noche, el bus a medio llenar, pero para no perder la costumbre me fui de pie quizá fue porque no me quería sentir cómoda, quizá fue porque no me gusta la nueva disposición de las sillas, no lo sé hay cierto tipo de cosas que hago sin ser consciente de ellas, últimamente me he dado cuenta que estoy más tranquila si hago las cosas por hacerlas y no me cuestiono por ello. Los pocos pasajeros con cara de aburrimiento o cansancio iban como van las personas a esa hora en el medio de transporte menos digno que puede existir, resignados. La mayoría abstraídos mirando la pantalla de sus teléfonos, sin hacer contacto visual con los demás pasajeros.

A lo lejos empecé a escuchar aquella voz sin alma de una mujer, que para mi se ya se ha vuelto en un tema recurrente y por lo cual ni me llama la atención, pero al levantar mi mirada del teléfono, la vi a ella, una joven linda, cantando aquella canción tan triste, con su voz que no correspondía ni a su figura, ni a su edad. Tenía esa voz de aquellas personas tristes que han vivido mucho y que están desconsoladas de la vida, yo como los gatos la miraba, sin que ella se diera cuenta de la intriga que me generaba y sabiendo que si cruzaba la mirada con ella me sentiría comprometida a darle una moneda y por principio soy de esas personas que cuando alguien está pidiendo dinero la ignora, porque prefiero hacer de cuenta que esa persona no existe, a mirarla a los ojos y tenerle que decir no te quiero dar dinero. Terminó su canción y repitió ese discurso agotado que tienen todas las personas que piden dinero en el transporte público, pero lo hizo sin alma, como cuando alguien está de cuerpo en un lugar, pero su ser está sumergido en la desolación. Pasó puesto por puesto recibiendo las pocas monedas que quisieron darle, cuando pasó frente a mi no fui capaz de mirarla y ni siquiera de decirle algo entre dientes. Su amplificador portátil hacia interferencia con el micrófono, hasta que lo apagó, recorrió el bus hasta el final y se devolvió para hacerse sobre la puerta a uno o dos metros de mi.

Dejó caer el peso su espalda contra la puerta y creo que una avalancha de sentimientos la atacaban mientras la trataba de acariciaba con la mirada y analizaba cada detalle de su ser. De una pequeña bolsita de tela sacó las monedas que tenía, mientras sostenía un pequeño durazno que alguien traía de vuelta y que en lugar de tirarlo, se lo dio. Aunque sé que lloraba por dentro, su cara seguía siendo hermosa, vestida completamente de negro, con un pantalón y una chaqueta que tuvieron mejores días y que guardan todos los signos de su largo viaje. Su pelo largo negro, sin peinar y amarrado con una coleta para no incomodar parece cargar el peso de un día más que está por acabar. La sigo contemplando mientras cada moneda que cuenta la llena de más desolación, imagino que con lo que ha conseguido no le alcanzará para pagar un lugar donde quedarse, o que quizá ira a tener problemas en la pensión donde se hospeda. Tiene unas expansiones que me llaman la atención, porque ese aspecto de chica cool y ruda, se derrumban en el momento, no conozco nada de ella y todo lo que supongo es por su look que no corresponde su voz y ni mucho con el desconsuelo que lleva dentro.

Quisiera abrazarla, quisiera poderle algo mucho más que el poco dinero que llevo conmigo, recuerdo las palabras de esos inconscientes xenófobos que tachan y señalan sin siquiera tratar de comprender el dolor y la angustia que viven los migrantes. Tengo rabia, dolor y me siento completamente impotente. El bus se detiene en la estación, ella se baja, por la ventana trato de buscarla con la mirada pero ella no está, me quedo con este nudo en el corazón y preguntándome qué pasará con ella, porque sé que no está bien.